“¡Seis años se hizo sentir en mi pobre alma… en nuestro tabor de Chauchina… que a veces pedía a Jesús detuviese el fuego si quería servirse aquí de su víctima!… Lo escondía para avivarlo más y más”. Madre Trinidad, 1934
En la vida de las personas grandes, ocurren en ocasiones, cosas inexplicablemente poco agradables. No, no hablamos de eventos paranormales ni supercherías por el estilo. Hablo de situaciones que desde el punto de vista humano podríamos tildar de predecibles, pero, que en el plano espiritual llamamos: voluntad de Dios.
Eso es, he querido decir lo mismo que piensas. La voluntad de Dios en nuestras vidas, también en la de la M. Trinidad, en ocasiones no parece amable, aunque sus planes siempre son de amor. Aquí está la diferencia, y la grandeza en medio de la debilidad que acompaña a los “amigos fuertes de Dios”. Ellos, póngase el panorama como se ponga, eligen vivir, ser fieles a esa voluntad inentendible, impresionante, impactante. Ya sabemos que los que aman al Señor “todo les ayuda para bien” Fil. 4,13. Pero para entenderlo, aceptarlo y ofrecerlo, es necesario vivir muy cerca de la Cruz y estar identificado con quién pende de ella.
Algunos conocen mucho de nuestra Madre, así que decir que el primogénito de la Madre, fue el monasterio de Chauchina es más de lo que ya sabemos. De San Antón hasta allí salió, con otras once compañeras y el deseo inmenso de fundar una casita recogida y austera, donde se adorase diariamente sin parar nunca la Sagrada Hostia. Después de muchos años de intentos, el Señor le mostraba el camino, haciendo realidad la fundación de Chauchina, muy cerquita y bajo el manto de Ntra. Sra. del Espino.
Un día como hoy, pero del año 1934, ese primogénito decide dejar la casa materna y volar independiente de la obra que Madre Trinidad y sus hijas venían expandiendo y consolidando.
¿Qué supuso para nuestra Madre? Un desgarrón. Tan afectiva como era, le tuvo que causar una onda impresión. Era el primer retoño donde se plantase la adoración y el estilo de vida eucarístico que con tanta insistencia le pedía Jesús.
No nos quedaremos en la mera descripción de los motivos que tuvieron las religiosas de Chauchina para hacerlo. Suele suceder con más frecuencia que probabilidad, que los planes del Espíritu de Dios se abren camino donde no los hay. De las cosas viejas, saca nuevas e infunde calor de vida en el hielo.
Nos interesa más esa otra faceta más personal y humana de cómo vive con entereza esto, de si se fía o no de Dios ante cualquier contratiempo. Lo sabemos, tiene un natural sencillo y cariñoso, siente a cada hija suya como única. A todas presenta y cuida con su oración. Pero está en Portugal por entonces lejos de España.
Si retrocedemos en el tiempo, podemos leer acerca de las disposiciones de la Madre al fundar en Chauchina:
“¡Tú dirás, Maestro divino, el camino que deben seguir tus víctimas formadas en el desierto de penitencia tantos años … y sólo saben seguirte amándote … hasta querer consumirse en el divino fuego de la Eucaristía y inmolarse allí junto a ti, Hostia Santa, vida y fortaleza de mi alma!”.
Fue una fundación que enseguida comenzó a tener mucha afluencia de vocaciones, la Madre vivió feliz allí hasta que la obediencia le envió a Berja y a tantos otros lugares.
De las primeras alusiones que encontramos acerca del “desgarrón”, está una carta, datada de diciembre de 1934. La Madre se encuentra reafirmando la fundación de Braga. La correspondencia de la que ella habla a continuación no la tenemos, pero si la respuesta firme, comprometida, serena de la Madre: “Comprendo la razón con que os quejáis del comportamiento de nuestras hermanas de Chauchina. Si ellas siguen el camino señalado y adoran al Señor en espíritu y en verdad, no temáis se equivoquen, están confiadas a la amorosa protección de nuestra madre dulcísima de los Dolores. Vosotras seguir fieles al Señor y amaos las unas a las otras, si no ya en el trato, que quieren cortar, en vuestras oraciones pedir siempre por ellas como hermanas nuestras tan queridas, las que esperamos ver en el Cielo alabando al Señor”.
“…¿cómo no aprovecharnos ahora de tan hermosa ocasión para aceptar esta prueba amarguísima de vernos despojadas de la Casa-Madre en donde la Santísima Virgen en sus Dolores santísimos nos llevó a ofrecernos en la adoración a la divina Víctima con ella en reparación y desagravio de las muchísimas ofensas que recibe en el Santísimo Sacramento?.
Decirme, hijas del alma tan amadas todas en el Corazón Eucarístico de Jesús, ¿qué podríamos ofrecer más grato a Jesús dulcísimo… que aquello que siente el alma como si le arrancasen del cuerpo?”.
No redunda en los motivos de una forma explícita, pero se deja entrever el sentimiento de descontento que tenía la comunidad de Berja por la brecha que abría el monasterio de Chauchina con su separación del recién nacido instituto. La Madre sin embargo aporta otro punto de vista y sublima la situación. Ve las cosas con la mirada de la fe, no le atemoriza absolutamente nada, ni siquiera quedarse sola.
Pero es humana, siente el abandono porque las quiere: “¡Hijas mías!… Pues si acepté el cáliz cuando él me preguntó y me ofrecí a unirme con él y morir con él si necesario fuese… no me extrañaría que todas me abandonasen, pues mis pecados son muchos y la deuda con que he de pagar y la voluntad con que me ofrecí víctima siempre que le miraba crucificado… espontáneamente le pedía: Señor, bájate de la cruz y déjame morir en ella”.
En eso reside la grandeza de algunas almas humildes. Toman decisiones edificantes en situaciones de desconcierto. Y es que confiar en Dios tiene la ventaja de sentirse, en todo momento y lugar, en sus manos, esa seguridad nos hace no querer salir de ellas. ¿Te atreves a tener la mirada en el cielo en medio del mundo y sus contratiempos?