Con cariño y mucho esmero cuidó Madre Trinidad a la grey que Dios le regalaba. La formaban niños, jóvenes, pobres, amigos, trabajadores y en un lugar muy especial sus hijas. Hoy os compartimos esta maravillosa carta, donde plasma todo su amor de amiga y compañera, de madre y hermana de todas.
«Amadísimas hermanas mías: Os suplico y encomiendo la unión, amor y paz entre sí. Detestar la soberbia, envidia, rencillas y murmuraciones… Vivir como Jesús vivió en la casa de Nazaret. El mayor y más grande de todos, allí es más pequeñito y humilde. Sea este nuestro modelo, el divino Jesús obediente y humilde, imitad a la Santísima Virgen… ¡Seguirle! en todos los pasos de su vida hasta la muerte de cruz… No os separéis nunca de nuestra Madre Santísima, Maestra divina de nuestra Orden. ¡Imitarla, hijas mías, es ella nuestra Superiora General, nuestra Maestra, nuestra Madre.
Cuando el enemigo os turbe con alguna tentación, inmediatamente buscarla… quince minutos de consulta y oración a sus purísimos pies os habrá desvanecido todas vuestras luchas, y castillos de imaginación, que el enemigo forma para turbar vuestra paz, disipará las nubes que el amor propio os forme; y saldréis de su escuela ilustradas, caritativas, humildes, llenas de paz y alegría; haciendo bien a vuestro paso, llevaréis en vuestro rostro los destellos de la luz de la que es “Sedes sapientiae” y con perfume de humildad en vuestros pasos, iréis rociando la caridad y amor a vuestras hermanas como los niños llenan los caminos de flores. Así vosotras hijas mías iréis difundiendo por todas partes las virtudes de la Santísima Virgen María, Madre nuestra. Porque bebisteis su virtud en su misma fuente, en Nazaret… No salgáis de allí hasta que formadas como Jesús; empecéis mayores ya a padecer por su amor y su gloria. Mucho amor y fe, que Jesús dulcísimo será su amor vuestra recompensa aquí y su posesión segura en el cielo». Amén. L7 C31 (87)
