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2022Causa

Las misiones y Madre Trinidad (IPARTE).

By junio 22, 2022julio 5th, 2022No Comments

En el siglo XIX, hubo, gracias en parte a la democratización del transporte marítimo y por ferrocarril, un gran movimiento misionero en la Iglesia. Los ojos de las congregaciones estaban puestos en las tierras lejanas, donde tantas personas desconocían a Jesús y su plan de amor.

Madre Trinidad, como buena capuchina no es ajena a este movimiento, en su corazón arde el deseo de entregarse a Dios y compartirlo en lugares muy lejanos, cosa que, por otra parte, le impedía su condición de monja contemplativa y propiamente la clausura papal, salvo casos de fundación en el extranjero.

Bien, la primera vez que encontramos una mención del espíritu misionero de la nueva familia fundada por Madre Trinidad (siguiendo los escritos publicados cronológicamente), es a través de una carta recomendaticia posterior a 1923: “Dichas religiosas miran particularmente a procurar buena educación religiosa y social a las niñas de la clase pobre y abandonada con especialidad, y preparan a las que llamadas por vocación especial del Señor a las misiones de África y Oceanía”. En medio de la descripción sencilla del proceso evolutivo de la congregación hasta ese momento, se habla de África y Oceanía. Sueños que por cierto, fueron cumplidos después de morir la madre. Hoy sus hijas están en Timor Leste (Oceanía) y Cabo Verde, Benín, Angola (África).

Así que en ese proceso de aperturización, que no es más que la aceptación de la voluntad de Dios en la vida de la Madre, se contempla la posibilidad de las misiones, haciendo mención especial a dos zonas geográficas concretas. Entiendo que parte de ese enfoque y dirección concretas se forjarán por varias razones. Entre ellas podemos visualizar algunas que son obvias: las noticias que llegan de las misiones a través de sacerdotes, de la prensa, de los familiares y amigos que llegan al locutorio, también las biografías de los santos más populares de la época, misioneros algunos. Otras influencias le llegarán de los libros que lee, de la prensa, de las revistas de la Iglesia. Todo el fervor misionero se transparenta en la prensa religiosa de la época. Santa Teresita del Niño Jesús, contagia también su amor a las misiones en los monasterios de clausura. No podemos saber a ciencia cierta si la leyó, pero su mensaje actual, que hablaba directo a la vida que ella misma había abrazado, caló rápido. Sabemos que hacia 1906, la autobiografía de la santa de Lisieux (por entonces beata) ya se había traducido en inglés, polaco, holandés, italiano, portugués y español. ​No es de extrañar su influencia, además de la de cientos de santos españoles que dieron sus vidas y testimonios en países de misión.

Sea como sea, Madre Trinidad quiere compartir la herencia de los que nada tienen por el Reino y por ese mismo Reino lo dejan todo. Ella recuerda un hecho que ocurrió siendo pequeña en el monasterio de Santa Inés, donde fue educada por clarisas, en una carta a su tía La R.M. Mercedes de Jesús Crucificado Hitos (1926): “Recuerdo que cuando era pequeñita en Santa Inés tenían un cuadro de san Francisco Javier con el pecho abierto y le salían llamas de fuego y quedé admirada y sor Catalina Rico, que me veía tan fija en aquel santo, me preguntó: ¿Qué haces aquí? Y yo toda ignorante le contesté: ¿Quién abriría a este santo el pecho y le pegó fuego? Y riéndose mucho me dice: “El Señor se lo abrió para que llevase ese fuego a los indios que salvó en las misiones”. Recuerdos que quedaron en su mente y no se borraron.

En un giro inesperado del relato, se extiende, explicando cómo puede corresponder a los deseos misioneros del Corazón de Cristo, siendo exactamente aquello que tenía que ser, en aquel tiempo, una monja de clausura: “Yo también querría ir con él, pero mi papá de seguro no me deja ir. Y entonces me dijo ofreciese las oraciones, comuniones y mortificaciones por los misioneros y salvaría tantas almas como el santo, y desde aquel [día] ofrezco mucho por los misioneros. Pero ahora aquí veo que sin ir a misiones podríamos acercarle muchísimas almas a Jesús cogiendo tantas niñas abandonadas que no conocen a Dios, y siento unos ímpetus a veces de disfrazarme e ir en busca de esas almitas que vemos desde aquí en esos campos ofendiendo al Señor. Si nosotras más generosas y sacrificadas diésemos a esas almas unas horas de doctrina cristiana y las atrajésemos con cariño maternal a Jesús, y evitásemos que esas almas pecasen, enseñándolas a amar al Señor ¿no le parece sería una misión hermosísima?”.

Por el momento vive convencida en su vida monacal de todo el bien que puede alcanzar por la oración, no siente que le falta nada, pues desde el claustro puede salvar con su oración tantas almas como cualquier misionero. Creo que la evolución y desarrollo de un carisma que es también inminentemente misionero, forma parte de un proceso natural que se da con el tiempo, es progresivo y tiene que ver mucho con las circunstancias históricas que modelaron el nacimiento del Instituto. Lo confirma ella misma en una Hora Santa de 1930 en la que se permite tomar algunos apuntes: “Quisiera que las monjas supieran los milagros que sus oraciones obran durante las misiones en los corazones de los pobres pecadores que están alejados de Dios hace muchos años. Esto les haría rogar mucho más”.

También entiende como misión, en un sentido más amplio, su apostolado con las niñas: “nos encomendaréis la misión apostólica enviando la mitad a las misiones de los niños pobres y abandonados y la otra mitad adorando la sagrada Eucaristía día y noche, uniendo las dos vidas en esta vuestra amada familia que vos, mi dulcísima Madre, tomasteis en vuestro Corazón Purísimo…”. Continuará

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