Extracto de una carta de Madre Trinidad, enviada al venerable Padre Vega el 18 de julio de 1930, contándole una visión especial que tuvo días antes.
“…Padre mío, el día antes de venir esta tempestad, hoy hace 8 días a las dos de la tarde me pareció ver en la celda, al entrar un rosal grande, segado por medio, sin verde ni rosas… y de el medio de aquella (como) zarza espinosa salía una varita delgada y alta, como dos metros, muy derecha cuajada de grupitos de florecillas blancas, (como las varas de celindas) muy olorosas y menudas y que se movía desde la raíz, como si fuese a arrancar, y al acercarme vi con pavor la mano de un hombre fenomenal que metida en aquella zarza quería cortar la varita sin que el movimiento y fuerza la hiciera soltar ni una hojita de sus perfumadas flores. Al ver aquella mano velluda y fea me llené de pavor, invoqué el dulce nombre de Jesús y desapareció. Dentro del alma sentía una inmensa alegría de ver cómo aquella varita tan delgada y derecha quedó tan fuerte y hermosa como el cedro, y decía para mi: ¿qué es esto? El demonio no será, porque he sacado provecho y profundas meditaciones…
A continuación, un extracto de la carta del venerable Padre Vega recibida por Madre Trinidad, con la interpretación de la anterior.
Muy Rvda. Madre Trinidad: Aquella varita delgada y alta que vio subir de un rosal, sin verde y sin hojas ni rosas, cuajada de grupitos de flores blancas puede significar la Iglesia Católica, que empezó a subir hacia el cielo cargada de almas santas del lodazal del paganismo, árbol sin vida, pero fecundada con la sangre de Jesucristo, y aunque la mano del infierno la sacuda constantemente a ver si puede derribarla, la varita sigue derecha, sostenida por el Espíritu Santo produciendo siempre flores blancas de pureza y santidad. Pero al leer en su carta la visión, encendida me pareció ver en ella la varita o rama de las Capuchinas Eucarísticas, fecundizada con la sabia de san Francisco que principia a subir hoy, en pleno siglo veinte, de un mundo cenagoso, rodeada de florecitas blancas, que son las Capuchinas Eucarísticas, blancas en sus almas por la pureza, y vivos en su corazón por el amor a Jesús Sacramentado. Esa varita irá rodeándose cada vez mas de nuevas florecitas blancas, almas buenas que salen de un mundo peligroso y se adhieren a ella como a un árbol de vida, del cual no se desprenderán, pese a las sacudidas que recibirá del infierno, que querrá arrancarla del jardín de la santa Iglesia, pero que no lo conseguirá por que está sostenida por nuestro Señor Jesucristo sacramentado. Estas no son ilusiones, son realidades que ves y que veremos ampliamente. V. R. dele muchas gracias a Dios, por esos consuelos que le concede, que son muy grandes, y no concede a todos sus amigos.