En la Vida Consagrada la vivencia de la fe, muchas veces está entrelazada a algunos ritos. Los ritos y sus formas, nos ayudan a entender verdades mayores o simples, que de otra forma quedarían inadvertidas. Hoy os vamos a contar sobre el Niño Resucitado, verdadero protagonista de la Pascua en las nuevas fundaciones de Madre Trinidad. Sobre todo a aquellas fundaciones primeras, tan íntimamente vinculadas con el monaquismo capuchino.
El culto a la santa infancia es muy franciscano. Seguro habremos oído hablar un sinfín de veces de la devoción del seráfico San Francisco de Asís a Jesús en el misterio de su infancia. Es de suponer que Madre Trinidad, educada en el franciscanismo y luego formada como monja en una de las reformas de la Orden franciscana, tuviera especial devoción a la santa infancia como su fundador.
“En Pascua de Resurrección y Pascua de Navidad se pondrá en el refectorio el Niño Jesús según conviene a cada fiesta”. Esto era lo primero, entronizar al Niño Resucitado como el Rey de la casa y de sus vidas. El texto está sacado de “MANUAL Y CEREMONIAL PARA LAS RELIGIOSAS CLARISAS CAPUCHINAS DE LA SAGRADA EUCARISTÍA Y DE LA MADRE DE DIOS”.
Las religiosas durante esos días, se colocaban por orden en el refectorio o comedor, siguiendo el mismo orden que seguían en el coro. Es norma ser puntual porque es un gesto de caridad con las demás. Así nadie tiene que esperar y ni pierde este acto comunitario que, como los demás, tenía y tiene un significado y una justificación. Al terminar y después de una señal se levantaban e iban a hacer la visita al Santísimo Sacramento en comunidad.
En fiestas solemnes como Pascua de Resurrección, la bendición de la mesa la hacía la hebdomadaria (que era la persona que se destinaba de forma semanal a servir en el coro o en el refectorio) y era cantada. Para completar se entonaban salmos exquisitamente seleccionados por los rituales para el tiempo.
La limpieza era muy importante para mantener a raya las enfermedades que podían propagarse de forma rápida en un recinto cerrado. Cada religiosa cuidaba de su cajón (un sitio debajo de la mesa para poner los artículos de uso personal). No se ponían manteles, era una forma de vivir la santa pobreza, solo servilletas limpias todas las semanas. Se cuidaban los detalles, porque, aunque pobres, lo de la limpieza iba con ellas: “el agua que esté muy limpia y fresca y los cántaros muy curiosos; los jarros del agua que no estén rotos ni sucios y lo mismo los platos de postre; que no falte la sal en las mesas; cuando alguna religiosa entra tarde o tenga que salir la refectolera de semana, avise a la cocinera para que le lleve la comida o la retire al calor y las religiosas al servirles la comida, no tomen lo que no se han de comer ni para darlo a otra”.
A las doce del día se tocaba la campana que anunciaba la comida, rezando el De profundis “según se costumbra antes de la bendición; la cena o colación”. La cena por la tarde era a las seis en invierno y a las siete en verano.
Normalmente, (aún es común en los monasterios de vida contemplativa), la comida se realizaba en silencio durante casi todos los tiempos litúrgicos. Pero con la alegría de la Pascua, se daban los llamados días de asueto, y con celeridad, las hermanas preparaban las comidas junto actuaciones especiales, para que fueran días de verdadera celebración. Sobre todo se cuidaba en este aspecto la octava de Pascua, que es la celebración continuada de la victoria de Jesús sobre la muerte, una prolongación del Domingo de Resurrección.
Muchas veces el Niño Resucitado, ese del que hemos hablado al comienzo de este blog, se llevaba en procesión por todas las habitaciones o celdas. En medio de tanta fiesta quedaba tiempo después de la comida para encontrarse todas en la sala de recreo. La sala de recreo todos los días cobraba vida en medio de los cantos, chistes y conversaciones de las hermanas. Pero en Pascua, en Pascua era otro nivel. A pesar de la pobreza franciscana no se olvidaba colocar algunos detalles, flores, e imágenes devotas con la misma temática junto a cantos y obras de teatros interpretadas juntas, novicias y profesas (normalmente en el tiempo de madre Trinidad, hasta la profesión Solemne, la vida de las novicias discurría separado de las de las demás monjas.
Esto es todo por hoy, os hemos querido compartir algunas curiosidades y usos o costumbres introducidas por Madre Trinidad en sus conventos y que a su vez podían ser heredadas como es el caso, de toda la raigambre de costumbres de la Vida Monástica.
Qué la Bendición de DIOS reine sobre todas las Religiosas comprometidas en servir al SEÑOR, especialmente en el día de hoy y siempre, que la MADRE DE DIOS y Santa Clara guíen sus pasos en el camino a la SANTIDAD.
Amén!