Carta a la Vicaria de las Capuchinas de Braga. Porto, 17 de enero de 1937
J.M.J
¡Paz y Bien!
Porto, 17-I-37
M.R.M. Vicaria de mis Capuchinas de Braga.
Hijas mías muy amadas en Jesús: Hoy que me proponía escribiros las suertes y contestar a vuestras carticas tan preciosas y fervorosas con tanta ansia de santificaros ¡qué consuelo me da el Señor, con sus buenos deseos!… con qué ilusión y alegría veo en los raticos que paso junto a Jesús en esta devota capilla, qué bueno es el Señor con esta su indigna esclava!… mi mayor gozo es ver vuestras ansias de santificación y vuestra vocación de víctimas por medio de la perfecta obediencia y caridad, abrazáis con amor la vida de pobreza y sacrificio que os hace las pequeñas Víctimas que unidas y ofrecidas con la Hostia os inmoláis cada día y en cada hora en el santo Altar en donde permanecéis adorando a Jesús Sacramentado; ¡dichosas vosotras que así sentís a Jesús nuestro Amor Sacramentado!… qué fuertemente se hace sentir en mi alma el gemido del S. P. san Francisco, que como si viniera a nosotras como el Serafín que le imprimió en la Alvernia las Sagradas Llagas me anima y enciende en el divino Amor. Eso paréceme dirigirse a mí y decirme como Padre amantísimo que pide a sus hijas lleno del mayor amor: “Hijas mías, amar, desagraviar, reparar y adorar al Amor Sacramentado ultrajado y ofendido de sus almas redimidas con su sangre divina: “¡El Amor no es amado!”
Así hijas de mi alma, cuando el Señor se digna poner su dedo paternal y divino en mi corazón y le hiere con una poquita más fuerza… se despierta agradecida y al caer mi cuerpo en cama con cualquier dolencia mi espíritu se levanta lleno de fuerza y le digo como Samuel al sacerdote Helí: “Adsum”… No sé lo qué escribo, tal vez disparates, pero cogiendo el corazón de todas mis hijas y hermanas carísimas, presentes y futuras, las pongo en el Altar Santo delante de Jesús Hostia y le pido humildemente se digne unir a su cuerpo y sangre sacratísimos el corazón, el alma y todo el ser de cada una y las reciba como otras tantas víctimas que unidas a la Divina Hostia sean un continuo holocausto que dé amor, reparación y amor al Eterno Padre por los pecados del mundo y haga misericordia y convierta a su amor todos los pecadores, atraiga a su Altar todas las almas extraviadas y que la luz del Evangelio ilumine todas las inteligencias, y vuelvan todas las almas extraviadas al gremio de la Santa Iglesia. Amén.
Se me acaba el papel y no sé qué os digo, ya comprenderéis que no estoy buena, que llevo tirando de este corazón muchos días y que hoy tuve que hacer cama porque el cotadillo dice que no puede más, me han puesto dos inyecciones y aprovecho este ratillo de más ánimo para deciros que Jesús os ama mucho y os quiere muy santas, muy sufridas, muy humildes, muy obedientes y silenciosas, muy puntuales y valientes para alcanzar del Señor la paz, la venida de las nuestras, la aprobación y el reinado de su amor. Vuestra pobre madre que os pide pidáis a J. H. por mí.