Consagración a mi Madre Santísima de los Dolores
Día de la Asunción de la Virgen. Una de la madrugada. 15-agosto-1930
¡Oh María llena de dolor al pie de la Cruz! ¡Oh Madre mía amabilísima! ¡Mi madre al pie de la Cruz! Subes hoy a ser coronada de gloria por el Eterno Padre, que te abraza, como a hija dilectísima, el Hijo y el Espíritu.
Madre mía, yo hija tuya indignísima quiero recibir de ti, madre mía, una gracia singularísima antes de empezar la obediencia que debo… y no puedo cumplir, si tú no me ayudas y diriges mi corazón y mi mente…
Hoy día de vuestra mayor gloria… que en ella quedan como olvidados vuestros dolores y vuestras lágrimas lleváis en vuestro inmaculado corazón, madre mía, un dolor… Sí, madre mía, me amáis mucho… y las horribles pruebas del demonio, cuántas veces al pasar por vuestra bendita imagen dejabais caer en este corazón ingrato, una perla de vuestros ojos, que apagaba el fuego y lavaba mis manchas… y fortalecía mis desalientos.
Hoy, madre mía, más amante y confiada en vuestro amorosísimo y maternal corazón, vengo a vos como el mendigo enfermo y andrajoso, que ve a su Reina y Madre, no ya al pie de la cruz donde tantas veces me disteis la vida dándome a gustar la Sangre preciosa que recogisteis de las llagas de vuestro Hijo muerto, sino en el cielo, Reina y Señora de cielos y tierra; allí os veo inclinar vuestra mirada misericordiosa prometiéndome ser tan madre mía en ese trono de gloria que gozáis, como lo fuisteis para mí en Belén y en el Calvario.
¡Oh madre mía, María santísima! He sentido el consuelo de tus promesas… He recibido el licor que me envías con el ángel de mi guarda. Te vi, madre mía, inclinaros a mí en las primeras palabras del “Invitatorio” y mi corazón saltó de alegría como Lázaro del sepulcro cuando oyó la voz del divino Maestro… Era muerta, madre mía, sí, pero tú como la madre de aquel hijo (viuda de Naín) me alcanzaste de vuestro Hijo divino, la resurrección y la vida; cuida de mí, madre mía amabilísima, para que jamás vuelva a morir, para lo cual hoy, ¡oh madre mía, me consagro de nuevo a vos para siempre!
¡Sois madre mía! Yo vuestra hija y te ofrezco para siempre, todo lo que me resta de vida: mi cuerpo con todas sus miserias… mi alma con todas sus flaquezas… mi corazón con todos sus afectos y deseos; todas mis penas, trabajos, amores, sufrimientos, combates, en especial la muerte con todo lo que le acompañe, mis últimos dolores, desamparos, tristezas y agonías. Mis oraciones, adoraciones, reparaciones y sacrificios. Ofrécelos tú, madre mía, a tu Hijo divino. Y todo, todo, ¡oh Madre mía!