Santiago de Compostela es una ciudad y municipio de España. Capital de la comunidad autónoma de Galicia, pertenece a la provincia de La Coruña. Destaca por ser un importante núcleo de peregrinación cristiana, junto con Jerusalén y Roma, al señalar la tradición que allí se dio sepultura al Apóstol Santiago el Mayor. De especial importancia artística es su Catedral dedicada precisamente al Apóstol Santiago el Mayor. Es también relevante su Universidad, de más de 500 años de historia.
El año 1938 estando nuestra comunidad de Sobrado del Obispo en Guizamonde (Puente Canedo, Ourense), una de las veces que la visitó nuestra Madre, quiso hacer un viaje a Santiago de Compostela. El itinerario de este viaje lo completaron Pontevedra y Vigo; pero casi hablaremos solo de Compostela, si bien aquellos moverían también su caridad y humildad por el plan con que las visitó, ¡iba en busca de protección para la probada comunidad! Después de haber leído la vida del seráfico Padre, como en otras partes, pero en Santiago especialmente no puede el alma evadirse de emoción especial. En la catedral dejó una huella imborrable, y por eso la compañera, que conocía al detalle toda la historia del Serafín de Alvenia en Compostela, se le recordó de nuevo en aquella catedral, que había de santificarla otra vez el Señor por medio de una singularísima gracia concedida en su sierva. Allí fueron a oír misa y confesarse (nuestra Madre hizo confesión general). Al terminar de confesarse se dirigieron a La Catedral de Santiago para comulgar a la capilla del Sagrado Corazón… Allí tuvo lugar la gracia.
Dejemos a nuestra Madre que nos lo cuente. Aunque al hablar de esto dejaba entrever algo extraordinario, no podíamos adivinar cual fuese. En el mismo Santiago lo escribió entonces con lápiz y lo enseñó mas tarde al canónigo D. Juan Cuenca, que se quedó con el precioso escrito. El año 44, conforme al consejo de sus confesores, temiendo enterrar el talento reveló el secreto a una religiosa, que copió textualmente. Coincidió ser la que la acompañara, y le dijo: “Cuando V. C., me dijo que allí había estado el padre san Francisco, que yo le entendí ‘está’, sentí sensiblemente la presencia del Santo a mi lado y lo vi. Y al acercarnos a comulgar, sintiéndome agobiada de dolores del reumatismo que padecía, que entonces me dieron muy fuertes, estando bajo la impresión que me causaba la vista del seráfico Padre, que no puedo explicarla… Se me ocurrió de pronto clamar al Señor con las palabras de los discípulos de Emaús y le dije: ¡Señor, quédate conmigo para siempre! ¡Concédeme la gracia de no ofenderte ya nunca! Entonces oí la voz de nuestro Señor, que de un modo sensible me dijo: ‘si te lo concedo, me quedo contigo’, y me agregó: ‘y las Constituciones te las aprobarán’. Y al comulgar me pareció ver al seráfico Padre llevando la palmatoria y a nuestro Señor mismo darme la sagrada Comunión. Sentí entonces una cosa tan grande que no la puedo describir. Yo no sé lo que fue aquello, ¡fue tan grande…! Y no sé tampoco qué era lo que me sucedía a mí”. (M.T. Mi viaje a Santiago).
“…el Señor en Santiago, cuando comulgué y me vine creída que no se iría el Señor de mi alma jamás… y no me dejaría caer en tantas miserias… y ya ve vuestra reverencia… … Y así aquel 12 de julio, en la capilla del Sagrado Corazón, de Santiago de Compostela, que me concedió el Señor el mayor favor y gracia del santo jubileo, cuando al recibir la sagrada Comunión en aquel amor y dolor de mis pecados, le pedía a Jesús divino, llena de fe, pues me parecía verlo realmente venir a mi alma como estuvo con sus Discípulos al partir el pan, toda fuera de mí, le pedía con un ardor capaz de acabar conmigo si él no me fortaleciera: “¡Señor, quédate ya conmigo que acaba el día de mi vida y sin ti moriré!… Y él, con un amor inexplicable me pareció concederme cuanto le pedí, y desde aquel día me parece es otra la vida que vivo, nada me separa de él, lo veo donde quiera que estoy, lo encuentro dentro y fuera de mí y me absorbe toda, y me parece me inutiliza para vivir aquí abajo su divina presencia.” (M.T. Esc. Cuad. 25).