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Súplica u oración por Madre Trinidad Carreras, escritos 8, cuadernos 34-41.

Comprendo aquellas palabras de San Pablo: “Jesucristo es la verdadera piedra”. Y en sus agujeros quiero vivir… y que vivan todas las almas especialmente….Sí, Jesús mío, vos nos dijisteis: “Han agujereadomis pies, manos y costado…” ¿Para qué, Señor, nos repites tantas veces “ven y ocúltate dentro de mis llagas”? ¡Oh roca divina que así te abres para recibirme y acariciarme, qué dulce eres!.

Cuánto me complace, Jesús mío, si me imagino que para vuestras capuchinas adoradoras viene muy bien aquello que repetimos en alguno de los Salmos: Abandonar las ciudades por la cima de las rocas, y sed como la paloma que pone su nido en las cavidades más elevadas…abandonar los lugares bajos de la tierra, y subir hasta las sublimes regiones del altar…No entendía latín, Jesús en su misericordia, hacía entender o sentir en la recitación del Oficio divino, que nosotras, las almas religiosas, somos las palomas, que hemos de fijar nuestras moradas en las heridas de Jesucristo, en las alturas del tabernáculo, si queremos elevar el vuelo a las regiones de la eternidad bienaventurada.

¡Dios mío! Concédeme que todas las almas que lean vuestras misericordias, vean vuestra faz divina…y oigan vuestra dulce invitación y volemos repitiendo lo del Profeta: “Vuestros altares son Dios mío lo que os pido, esa es la cima donde quiero fijar mi morada”.

En las pruebas y humillaciones, moraremos con vos dentro de vuestras llagas, lavando nuestras heridas con vuestra sangre preciosa, Jesús mío crucificado y muerto en un sacrificio de amor por mí…¡Qué dulce es, Jesús mío, sumergirse en vuestra sangre divina que lava, limpia y cura nuestras heridas, qué delicias sienten las almas al recibir una nueva vida con vuestra sangre divina…y cuando me entro humillada en las profundidades de vuestros dolores amarguísimos me llamáis nuevamente diciéndome:

“Sube ahora más arriba”, y siento con una fuerza irresistible que se abren mis alas y os repito con tod el fuego que recibo de vos. ¿Quién me dará alas de paloma para volar y reclinarme en los brazos del que ama mi alma?. Y siento que me abren las alas del amor sacrificado y humilde, con el amor y caridad ardiente de las almas y como si en un ala cargara con el peso de todos los sacrificios habidos y por haber; y en la otra las penas y trabajos de todas las almas…levanto el vuelo y llego a un reposo que ya no es de este mundo. ¡Oh Dios mío, a donde conducís estas almas que, heridas en un tiempo infeliz, abristeis misericordioso vuestras llagas, curada y favorecida por vuestras misericordias, posó en la santa Eucaristía donde recibir las finezas de vuestro amor, y aquí siente un inmenso deseo de poseer el cielo. ¡Oh Dios mío, que todas las almas escogidas por vos para vivir en el Tabernáculo…le concedáis ese dichoso vuelo que tanto desean nuestras almas reposar en vuestro seno cuando separada del pesado cuerpo que nos detiene en el destierro, llegue a vos Dios mío y misericordia mía.  Amén.

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