Una pulmonía siendo niña casi la lleva a la muerte, los dolores de estomago que sufría durante su postulantado, males de espalda, problemas cardíacos, insoportables neuralgias, y ciáticas que a veces la dejaban completamente inmovilizada…así sufríó fisicamente Madre Trinidad durante toda su vida, sacando una fuerza vigorosa para emprender todo tipo de trabajo. En su adoración a Jesús sacramentado, según ella refiere, recibía las fuerzas para seguir con entusiasmo e ilusión de servir a su Amado y seguir su Obra. Ella, supo aprovecharse espiritualmente de estos sufrimientos, viviendo muy unida a la cruz de Cristo con la Virgen Dolorosa.
Llegó por fin su última enfermedad, el cáncer doloroso fue la cruz final de su vida por la que se abrazó fuertemente a Cristo sumida en el amor, un 15 de abril de 1949 a las doce del mediodía; Viernes Santo.
Antes de partir con el Señor, pudo ver sus Constituciones definitivamente aprobadas en Roma, parecía que todos aquellos sufrimientos padecidos en su vida tenían su recompensa.
¡Qué inmenso su amor a la Eucaristía! ¡Qué espíritu tan lleno de pasión! ¡Qué bondad la de Dios, que permitía que su cuerpo magullado pudiése actuar como lo hizo!, ¡Qué mayúsculas son la Fe y Dios que hacen milagros!.
Hoy 72 años después, nos ampara desde el Reino de los Cielos muy orgullosa del legado que dejó.
